jueves, noviembre 25, 2004

Anécdota del Dr. Puceiro

Durante el Seminario que realizó el IAU en noviembre 2004, el Doctor Puceiro, contó que cuando se estaba preparando el ingreso de Uruguay al Tratado Antártico, tuvo ooportunidad de ofrecer una charla para un grupo de niños de una institución católica.
Allí los niños se interesaron mucho, por el tema antártico, y cuando él les contó que se iba al exterior a lograr que nuestro país fuera admitido como miembro consultivo del tratado, una monja les dijo a los niños, que rezaran para que Uruguay fuera aceptado...
Según contaba, los niños rezaron durante todo el período de negociaciones, y cuando el regresó, con el logro de que Uruguay fuera aceptado como miembro pleno, uno de los niños le envió un mensaje, recordándole que ellos habían estado rezando todo ese tiempo, y que finalmente se había logrado el objetivo.

La anécdota sirvió como cierre del Seminario, y si bien parece algo inocecnte, resultó muy emotiva para todos los presentes, porque reflejó la simpleza de los niños, quienes a pesar de ser tan pequeños, comprendieron la importancia de que nuestro país fuera aceptado como miembro pleno del TA.

jueves, noviembre 04, 2004

El Instituto de Pesca No. 1 - Revista Naval 1991

INSTITUTO DE PESCA No. 1
Publicado en la Revista Naval del Club Naval – Montevideo, Uruguay - 1991

Esta nave perteneció a aquel tipo de buque característico de la construcción naval de principios de siglo (Siglo XX) que aún representan airosamente algunos remolcadores o un avieja draga. La proa recta y la popa redonda, en “cola de pato”, emparentan entre sí todos los cascos de la época, confiriendo un cierto aire de gallardía tanto al esbelto crucero como al humilde buque de pesca.
Las chimeneas rectas y altas, como su eterno penacho de negro y denso humo, rematan dominantes una casillería generalmente pequeña; y allá en la cala del vapor, en sus propias entrañas, una máquina alternativa es la vida misma de la nave.
El “Instituto de Pesca Nº 1”, como parte de ese conjunto tan típico, apenas si se distinguía por sus palos con que aparejaba a pailebot, y por las maniobras y artes que su condición de pesquero prescribía llevar sobre cubierta.
También era regular por sus dimensiones: eslora máxima 45,62 mts. , manga máxima por fuera de forros 7,05 mts y 3,65 mts de puntal. Y no era menos común por su tonelaje total de 339,52 toneladas y 152,79 toneladas de tonelaje neto.
Su aparato motor, una máquina alternativa vertical a triple expansión, recibía el vapor de una caldera cilíndrica horizontal de llama de retorno, es decir de tubos de fuego, alimentada a carbón. La potencia obtenida- cuatrocientos ochenta caballos indicados- se trasmitía a una hélice de patente, que debía imprimir al buque una marcha regular de 12 millas por hora, aunque prácticamente no se superaban los 10 nudos.
Esta nave originalmente “Princess Royal”, matrícula del puerto de Northshields, fue construía en Aberdeen, también localidad de Inglaterra, por A. Holly & Co en el año 1905, y se le dedicó a la pesca en el Mar del Norte.
Sus dueños Doods Steam Fishing Company Ltd., convinieron en la venta a la empresa Argentina Compañía de Pesca Río de la Plata, concretada a fines de 1909, a partir de lo cual la “Princess Royal”, manteniendo su nombre, pasó a formar parte de la flota mercante del estado sede de la firma compradora.
Tres años más tarde, en diciembre de 1912, pasa a manos de la sociedad anónima “La Pescadora Argetnina”, que inmediatamente después de efectuada la compra rebautiza al pesquero con el nombre de “Diez”.
En nuestro medio, mientras tanto, veía la luz con fecha 18 de setiembre de 1911 el Instituto de Investigación de Pesca, organismos que se dedicaría a obvias funciones bajo la dependencia del Ministerio de Industrias.
En 1914, cuando se buscaba dotar al instituto de una embarcación adecuada, llegó una propuesta de “La Pescadora Argentina” ofreciendo en venta al “Diez” (ex Princess Royal) por 8.000 libras (37.600 pesos oro), con todos los útiles y redes que tenía el mismo en uso.
Debe tenerse en cuenta que el “Diez” había sido advertido en varias oportunidades por las autoridades orientales para que rectificase su actitud reiteradamente violatoria del espacio marítimo nacional en campañas de pesca, y que durante un incidente de ese orden registrado en 1914, gente del Crucero “Uruguay” abordó el pesquero y lo condujo a Montevideo. No es dudoso que en su condición de buque detenido, el “Diez” generase a sus propietarios algunos problemas, y que en aquellos entonces creyeran más conveniente ofrecerlo en venta a este puerto.
El Director del Instituto de Pesca, Don Juan N. Wisner, opinó favorablemente ante el Ministerio de Industrias respecto de la oferta y, siendo atendido, se le comisionó para representar al Estado en la transacción. Esta se llevó a cabo el 1º de diciembre de 1914, y es con el nombre de “Instituto de Pesca Nº1” entonces recibido, que el buque participará en el episodio que nos ocupara en el pasado número de julio de nuestra revista.
Concluida la Expedición Nacional al Sur volvió a la labor pesquera, haciéndolo a partir de 1936 rebautizado como “Aldebarán”, nombre que seguiría llevando en 1942 cuando fue transferido al dominio de la Inspección General de Marina.
La nave conservó hasta su último día de pesca un golpeteo en la máquina, que nunca había sido definitivamente reparada de la avería sufrida en los hielos, marca de la hazaña de otrora que quizás ya ni los hombres llevaban.
En 1953 se procedió a la venta por la suma de quinientos pesos y pasó a ser propiedad del Señor Hércules Héctor Gualla Araoz.
Después vino el desguace, reduciendo a su pobre valor material la grandeza que recordaban aquellos restos.
En ese casco frágil que fue a morir en Capurro, unos orientales habían demostrado que nuestra raza sigue siendo pasta de santos y héroes.